PSICOMOTRICIDAD VIVENCIADA EN EL HOGAR DE MADRES DE DÍA
Texto: Manuela Baena
Fotos: Manuela Baena
En el tiempo que llevo ejerciendo como madre de día en la Casa de la Encina tengo claro que mi labor como psicomotricista estará basada en las aportaciones de B. Aucouturier y Emmi Pikler. Es decir teniendo en cuenta la idea de unidad y globalidad de la persona a través de una pedagogía del descubrimiento en la cual la dimensión neurológica, afectiva y psicológica queda perfectamente incorporada.
Lo que sí es verdad, es que en los tres años que estuve en la formación adquirí unas herramientas muy válidas y de las que me siento muy orgullosa y agradecida, sobre todo a nivel de formación personal, que me han servido para conocerme un poquito más y poder así ayudar mejor a los niños.
Comprendí que para entender los síntomas que manifiestan los niños, cualesquiera que sean, hay que observarlos, escucharlos sin juicios y acompañarlos, pudiendo separar mi historia de la suya. Saber mirar y aceptar a los niños en su individualidad para mí ha sido todo un reto.
PRÁCTICA PSICOMOTRIZ VIVENCIADA Y RELACIONAL: ¿QUÉ ES Y PARA QUÉ SIRVE?
La Práctica Psicomotriz Educativa Aucouturier es una metodología o práctica que se basa en el concepto de psicomotricidad, concebido como el proceso de maduración que corresponde a un periodo del desarrollo infantil en el cual la sensorio motricidad es inseparable de la génesis de los procesos psíquicos conscientes e inconscientes.
Hay muchos padres y madres que llegan a las educadora orgullosos de que sus hijos ya se sienten solos y con el fuerte deseo de que empiecen a caminar cuanto antes, mi respuesta siempre ha sido la misma: “es el niño el que aprende a sentarse y el que aprende a andar”.
Si algo tengo claro es que en el primer septenio del niño, lo más importante es el movimiento y el juego libre, es por ellos que aprende a descubrir el mundo a través de los sentidos.
Desde mi punto de vista y experiencia a un niño que se le sienta, pierde muchos engranajes y asociaciones entre un movimiento y el siguiente, ante esta situación, los educadores hemos de volver atrás y permitir al propio niño que utilice sus propias estrategias de desarrollo y despliegue su creatividad e imaginación. Hay que dejar que el niño imite, pues el niño viene al mundo con un deseo y un bagaje de aprendizajes increíbles.
“Un niño no se le enseña, un niño aprende”. Pero en muchas ocasiones se utilizan métodos cognitivos muy directivos y de sobre estimulación que provocan en el niño, inseguridad y falta de autoestima. Esto vale para cualquier disciplina, incluso para la psicomotricidad.
¿Cómo lo hacemos?
Dejando al niño que se mueva en libertad
La Práctica Psicomotriz vivenciada nos ofrece una colección de elementos que invitan al juego sensorio motor: como espalderas, plintos, bancos suecos, (material Pikler) colchonetas…, (no siempre tienen que estar o, al menos no todos) los niños tienen libertad para hacer lo que quieran, jugar a arrastrarse, voltear, rodar, saltar, trepar, colgarse de cuerdas, construir, correr, esconderse, descansar… todo en el momento que quieran y como quieran. Por supuesto, se toman medidas de seguridad y las únicas normas son no hacer daño y respetar a los demás.
Las madres de día tenemos que habilitar espacios amplios y seguros en nuestras casitas en los que se favorezcan este tipo de movimientos, necesarios para el desarrollo motriz de nuestros niños.
Debemos crear un espacio hogareño para el niño en el que se le permita demostrar sus capacidades, también tienen que ser amplios, con estructuras adaptadas que les permitan moverse libremente…, que les permita explorar, favorecer cada uno de sus movimientos, respetando su ritmo y momento del juego.
Facilitarles juguetes no estructurados que puedan manipular y les estimulen, que puedan alcanzar y en poca cantidad para que la exploración no interfiera en el autoconocimiento.
Espacios en los que pueda desarrollar sus facultades tanto físicas como cognitivas, y mostrarse tal y como es; en el que realmente tiene libertad y en el que no importa el caos que se genere; un lugar donde pueda de verdad elegir su forma de relacionarse y de actuar en función de su estado emocional, puesto que a nadie le va a molestar que no participen, que lo hagan muy activamente, que se pasen la mayoría del tiempo tumbados, o incluso escondidos.
Buscar espacios naturales en los parques cercanos o en salidas con las familias, en los que los niños puedan expresarse con toda plenitud de movimientos, que vivan la naturaleza, mojándose, embarrandose…, que perciban cada uno de los cambios de la naturaleza a través de todos sus sentidos.
Me gusta que estén descalzos, reciben más información sensorial, pueden estar en casa en invierno con calcetines antideslizantes y en verano totalmente descalzos
Nuestra labor como cuidadores es fundamental. Los niños se tienen que sentir acompañados y seguros , tenemos que ser su figura de apego y ofrecerles la seguridad y la confianza que necesitan.
A veces puedo ver a bebés en hamacas y tronas que limitan sus movimientos y me causa verdadera tristeza. Los bebés no hay que colocarles en ninguna posición a la que no sepan llegar por sí mismo y tampoco de la que no pueda salir, si los dejamos libres ellos son los que deciden el próximo movimiento, sin forzarlos ni meterles prisa aprenden a conocerse mejor, sus movimientos son más armónicos, desarrollan mejor su equilibrio, y sus posturas son más sanas y naturales . Se favorece también la autonomía, el autoconocimiento de su cuerpo, sus posibilidades y limitaciones, hace que se caigan menos.
Por el contrario si les ponemos en posturas antinaturales y forzadas les podemos provocar alteración en la etapa del desarrollo y dependencia.
Siento que con esta práctica el niño realmente puede aprender jugando. Jugando de verdad, a lo que él quiera, como él quiera, y a su propio ritmo.
Acompañando al niño sin invadirlo
Podemos acompañar al niño con nuestra presencia y nuestro reconocimiento, con la mirada, el gesto, valorando su esfuerzo; con una simple frase. “Qué alto estás”, “Te veo”, y transmitiéndole nuestra alegría. Lo que un niño necesita del adulto es acompañamiento, espacio y tiempo. Tenemos que confiar y poner énfasis en lo que el niño puede y sabe hacer.
Para los niños pequeños el movimiento según la neurología está sumamente entretejido con todos sus aprendizajes simultáneos y cognitivos posteriores, como el desarrollo del lenguaje…, el estado natural del niño desde luego, es el movimiento.
Lo que nos ofrece la sala de psicomotricidad es un espacio limitado, en el que los niños pueden conectar con sus límites, con su seguridad, al no ser un espacio abierto facilita que los niños conecten más con su intimidad. Si trabajamos con niños con problemas nos facilita la observación, pues se trata de un espacio pensado, un espacio que ofrece al niño poder vivir cada una de sus etapas e irlas superando con total seguridad, acoger al niño con unas actitudes concretas por parte del psicomotricista, todo ello dirigido a favorecer el paso “del placer de hacer al placer de pensar”, en palabras de Aucouturier.
Según mi criterio toda esta filosofía o manera de entender de la psicomotricidad se puede ampliar a un entorno natural y abierto, ya que por supuesto el ser humano “es naturaleza”. Para nosotras «las madres de día» que trabajamos con bebés y niños pequeños en números reducidos puede ser un espacio muy apropiado, se trata de un espacio que nos ofrece infinidad de elementos naturales no estructurados y que el niño puede transformar y explorar a su antojo, pero también modificarlo introduciendo elementos o material que no pertenezca al entorno.
Cómo madre de día, “algo que me hace feliz”, puedo estar solo con cuatro niños y adaptar lo aprendido; estoy muy contenta con su evolución y ver su cara de satisfacción cada día por los retos conseguidos.