Texto: Arancha Cuéllar
Foto: Freepik
En el hogar de una madre de día no existe el reloj
Respetar el ritmo individual del niño/a es crucial cuando empiezan a adquirir autonomía
Si hay algo que destaca de verdad en la forma de trabajar de una madre de día es el profundo respeto hacia el niño/a y sus ritmos. Las necesidades de la primera infancia son básicas. Nos encontramos ante el periodo más emocional que existe, y lo único que nos debe importar es que en todo momento el niño/a se sienta seguro/a en nuestra compañía.
El ritmo individual de cada uno de los menores que integran una iniciativa de madre de día marca cómo va a transcurrir la jornada. Por eso, aunque tengamos un horario y lo intentemos ajustar en la medida de lo posible, con los niños/as surgen imprevistos que hacen que no sirva de mucho la planificación.
En caso de tener en una misma casita a peques que no tengan la misma edad, nos adaptamos al ritmo individual de cada uno de ellos. Un niño/a que duerma una primera siesta a las 10:30 de la mañana, lo más seguro es que ya no quiera dormir en la siesta establecida de las 13:00 para los demás, por lo que tenemos que respetar su necesidad y ajustar la jornada a su ritmo.
Observarlos y esperar pacientes
Respetar su ritmo es crucial cuando empieza a adquirir autonomía. Si ha aprendido a quitarse y ponerse los zapatos; si ha aprendido a quitarse y ponerse el gorro; si ha aprendido a quitarse y ponerse el abrigo. Nuestro papel es observarle y esperar pacientes a que termine de hacerlo por sí mismo. Sin ayudarle a menos que nos lo pida. Soy consciente de que es complicado respetar los ritmos en un mundo que nos impone la prisa, pero os contaré un secreto: en el hogar de una madre de día, no existe el reloj. Los tiempos los marca el ritmo individual de cada niño.
Saboreamos cada instante. Nos gusta tomarnos nuestro tiempo para ir al parque. Y si en el camino nos apetece observar el lento caminar de un caracol, nos quedamos un ratito disfrutando de ese momento mágico. Y si queremos subir y bajar unos escaloncitos que nos encontramos por el camino, lo hacemos. Porque no hay ninguna prisa por llegar. En ese recorrido todo es aprendizaje para el niño.
¡Ojo! No vamos a hacer nada que a él le apetezca y pueda ponerle en riesgo. Si se empeña en ir caminando solito por el filo de un bordillo y vemos que existe riesgo de caída importante, en ese caso le explicamos que no podemos permitirle eso porque es peligroso. Pero todo hay que explicárselo siempre utilizando un tono adecuado y poniéndonos a su altura. En este caso, en vez de decirle que no porque no, le ofrecemos una alternativa.
Si no respetamos su ritmo dañamos su autoestima
Cuando no respetamos el ritmo del niño e intentamos que aprenda cosas para las que no está preparado, por ejemplo, el control de esfínteres, no solo estaremos fracasando en el intento, sino que estaremos provocando una angustia y frustración innecesaria en el niño/a, que acabará dañando su autoestima.
Lo mismo cuando se intenta sentar a un bebé que no está preparado para hacerlo. O se le da la vuelta cuando no es un movimiento natural que ha conseguido por sí mismo. O algo que a una madre de día le llena de impotencia, cuando ve que se intenta poner de pie a un niño/a y sostenerle para que ande cuando aún no está preparado para ello.
Todo el juego es libre
Si algo tenemos claro las madres de día es que el ritmo de los niños está por encima de todo lo demás. Y por eso, tampoco pretendemos dirigirles en actividades ni juegos. Por eso, todo el juego que realizan en la iniciativa cada día es completamente libre y escogido por él.
Por eso, si vemos que está haciendo una torre, no cogemos la pieza y se la colocamos nosotras para que vea que se puede conseguir. Ese aprendizaje lo hará por él mismo cuando se encuentre preparado. La mejor forma de que el niño aprenda es dejarle hacer. Porque si no le sale una torre perfecta a la primera, le saldrá otra cosa que habrá sido ideada por él mismo.
Un niño cuyo ritmo ha sido respetado aprenderá por sí mismo. Y su ritmo evolutivo será el natural. Y pasado el tiempo nos daremos cuenta de los maravillosos logros que puede conseguir cuando se le deja hacer. Cuando confiamos en que puede hacerlo sin anticiparnos nosotras, sin intervenir.