Por Virginia Sánchez, madre de día en «El Hogar» de Alicante.
Como profesionales de la atención y el cuidado de la primera infancia, las madres y padres de día, queremos trasladar a la sociedad cuales son las necesidades y la naturaleza del ser humano en esta etapa tan singular, más aún en los tres primeros años del niño/a. Deseamos darles voz, pues nuestros pequeños/as todavía no pueden hacerlo por sí mismos.
De este modo pretendemos contribuir a la protección de los derechos de los niños/as, de su propia salud, es decir, ayudar a que se mantengan en un estado perfecto de bienestar físico, mental y social, yendo más allá de la mera ausencia de enfermedad, entendiendo la salud en su sentido más amplio, tal y como lo hace la propia OMS, ahora y siempre, para lo cual han de ofrecérseles ambientes donde poder seguir siendo niños/as
Alzamos la voz para que toda la clase política, principalmente aquella que tiene la capacidad de legislar y que ahora más que nunca marca nuestras vidas en este tiempo de pandemia, entienda que nuestros pequeños/a no son una versión en miniatura de lo que somos de adultos.
Prohibir el contacto físico de los pequeños/as con las maestras/os y educadoras/es, aislarles socialmente de sus iguales sin permitirles interactuar, limitar su acción libre, tal y como hemos visto en otros países recientemente, no permitirle explorar el entorno con todo su ser, permitirá que el coronavirus no se extienda, pero será un maltrato infantil, dejará una huella en la salud mental de toda una generación.
NATURALEZA Y NECESIDADES PROPIAS DE LA INFANCIA
Este período de la vida tiene unas cualidades propias que se dan de forma natural, por el hecho de ser niños/as, y que están al margen de todo acto educativo. Durante los siete primeros años de la vida, y muy especialmente en los tres primeros años, las necesidades son muy particulares.
Atender a esas necesidades y respetar la propia naturaleza de esta etapa es fundamental para el sano desarrollo de los niños y niñas a todos los niveles.
- Un ambiente de cuidado y atención amoroso. El mundo es bueno
Lo que necesitan para un sano desarrollo es principalmente un ambiente de cuidado y atención amoroso como el que le proporciona la mamá y el papá al nacer. Tras el nacimiento, un nuevo mundo se presenta delante del recién nacido, una nueva atmósfera, alejada de esa envoltura y de esa ingravidez proporcionada por la madre que lo acoge en su útero materno durante nueve meses, a través del cual ha obtenido todo aquello que necesitaba hasta ese momento.
Este nuevo mundo debe acoger a los pequeños/as haciéndoles sentir que el mundo es bueno y seguro, donde lo prioritario es su bienestar, un vínculo de apego seguro. Necesitan sentir que vale la pena quedarse para así desplegar todo lo que en ellos/as vive, no sintiendo miedo de actuar.
Necesitan unos brazos que les acojan, cuando sienten malestar; cuando se hacen daño; cuando sienten frustración; cuando tienen algún desencuentro. Estos brazos, estas caricias les restauran, les permiten volver a la calma. Dando una respuesta emocional adecuada, sintiéndose escuchado y atendido les ayudamos a reconocer sus propias emociones y a expresar lo que están viviendo internamente, velando además por el cuidado de su sentido vital, ese que de adulto le permitirá estar en disposición de escuchar y abrirse a las ideas de otros.
- Un ambiente donde poder conocerse y conocer el mundo que les rodea, donde la voluntad de hacer no es frenada
Nuestros pequeños/as vienen con una gran voluntad de hacer, necesitan estar en la acción permanente, desde su propio interés, desde sí mismos. Es la forma que tienen de conocerse a sí mismos y a todo lo que les rodea.
A través del movimiento libre conquistan su propio cuerpo y el espacio, resultando vital en los tres primeros años del niño/a, pues es la forma de adquirir un caminar firme, seguro y con dominio del equilibrio.
Frenar este impulso incide directamente de forma negativa en su sano desarrollo. La neurociencia nos habla de la importancia del juego libre, tiempo en el que, a través de las acciones autónomas de los pequeños/as, se establecen las conexiones neuronales, se favorece la mielinización y el sano desarrollo cognitivo. Esta ciencia indica que el aprendizaje más importante hasta los seis años es sensorial, con todo su cuerpo.
El aprendizaje no llega desde la palabra, no es tiempo de apelar al intelecto. Este se alcanza al poder vivenciar lo que hay detrás de ese concepto abstracto. Es el poder tocar, oler, morder una pelota o escuchar su sonido al golpearla y lanzarla contra el suelo, el que les permite aprenden el significado de palabras como “pelota”, “blanda” y “lana”, desde el contacto directo con ella. Si se priva a los pequeños de poder hacer uso de todos sus sentidos orgánicos, en especial el sentido del tacto, se les está impidiendo desarrollarse a todos los niveles.
- Un ambiente de encuentro donde poder desarrollar su individualidad. Ser reconocido
En este dejarles actuar de forma autónoma, reinando su cuidado y bienestar, es cuando comienzan a tomar distancia para vivir sus propias experiencias, y así conocerse a sí mismo y a lo que le rodea, con la seguridad de mirar al adulto que le cuida y ver que existe la aprobación de sus actos.
Necesitan unos ojos que los vean, que les reconozcan como individuos, que les digan, sin necesidad de palabras “¡qué grande es eso que estás haciendo!”. Es a través de este encuentro con otro ser humano que el pequeño/a va desarrollando su propia individualidad. Cuando nacemos formamos parte del todo, todo nos pertenece, estamos unidos como nunca al mundo que nos rodea. El proceso de reconocerse como individuo es largo y es a través del contacto con otras individualidades que podemos reconocernos a nosotros mismos.
UN DESEO
Somos muchos los profesionales de la educación que estamos difundiendo las necesidades reales de la primera infancia, a través las propias tutorías que ofrecemos a las familias, organizando talleres, dando charlas para madres y padres, deseando que llegue el día en que esta labor deje de ser necesaria porque en todos los rincones del mundo se mire a la infancia con admiración, como la sociedad del futuro, siendo tratada como se merece.