Acompañamiento Consciente
En la crianza, las rutinas son imprescindibles para la adquisición de hábitos, para la creación de un ritmo sano donde poder fluir en el día a día, ¿pero cómo se acompañan?
Algo tan básico y que es tan fundamental, en ocasiones pasa desapercibido, ya sea por el acontecer de cada día, necesidad de cumplirlas por parte del acompañante, piloto automático,… El cómo se acompañan esas rutinas es uno de los pilares de nuestro día a día, y la configuración y estructura que más peso tienen, ya que vivimos inmersos en ellas.
Comida, higiene, descanso, emociones,… Conceptos que forman la base del acompañamiento diario que necesitan de tiempo, estar abiertas, ser conscientes, y no pasar por alto el cuidado y la atención que merecen. Más importante me parece, cómo y de qué manera acompañamos (tanto en el exterior como dentro de nosotros) el desayuno, limpiarnos,… Que la finalidad en sí misma, ya que es ahí en el proceso, donde nos nutrimos.
A todos los niveles, ya sea de emoción, plano energético,… Ellos beben continuamente de ahí y tan importante es cuidarnos y atesorar el momento de fuera (tono, gestos, estar…), como mantener una coherencia interna y mantener viva esa llama que vibra e irradia, en lo más profundo de estas preciosas criaturas.
Ahora, ¿cómo se establece ese acompañar?
Desde el acompañamiento consciente, el adulto ha de conocer a cada uno para poder interpretar estos ritmos, acoger, dejando de lado el adultocentrismo para sostener desde el amor y el respeto de ese «uno» que forma parte del «todo».
En base a la propia observación del grupo, y algo fundamental, la observación y escucha de nosotros mismos, el acompañamiento consciente brinda la oportunidad de escuchar a la tribu para que poco a poco, ese fluir, ese río, llegue hasta el mar, para establecer un fluir conjunto, donde la clave de toda esa magia pasa por el conocimiento y trabajo interno de cada acompañante con el observar diario, escucharnos y poner conciencia en el aquí y ahora.
El acercarnos de forma pura e íntegra a esto, abre las puertas de las verdaderas necesidades de la infancia, por ende, desde el conocer a cada uno, anticipar o dar tiempo y espacio desde el amor, trascender en el qué ocurre sin que nadie te lo diga,… Hace que podamos leer a través de ellos y fundirnos en un conocimiento que da cabida al corresponder individual y colectivo.
Ese ver más allá, tiene que ir con una predisposición del acompañante de querer sanar a su propio niño, profundizar en uno mismo, ya que ese conocer propio y ese dar, ofrecer y sostener, se da desde un plano sin nuestros condicionamientos, con una mirada abierta al crecer puro y otorgarles lo que ellos merecen y necesitan.
Excelente trabajo!
Qué gustazo poder disfrutar de estas oportunidades, los niños/as y las personas adultas de su entorno.
Iniciativas como ésta son esenciales para inundar el mundo de personas felices.