¿Qué hay más allá de los límites?
Hay algo en ellos más allá de una respuesta de acción.
Hay un trasfondo el cual lleva consigo, una postura interior, una certeza, firme y llena de ternura y contemplación, que poco tiene que ver con la rigidez.
Una atmósfera que da ambiente y porta consigo el verdadero significado de la necesidad imperante, y que resulta complejo ver.
Entendamos el límite, mi necesidad, la suya y la del momento.
Acerquémonos a la coherencia: lo que digo y lo que hago, ambos al unísono, generando el instante, para que con una palabra, se lleve a la acción y esto genere una consonancia de amor.
También hay frustración, también hay dudas, incertidumbre….
Aboguemos por esa voz interior que traspasa el bien y el mal, esa verdad hecha inocencia que abraza el bienestar más allá de lo intelectual o moral.
Demos presencia y voz a la necesidad, demos espacio: al llanto, la pataleta, la vergüenza, la duda, el miedo,…
Sepamos como adultos encontrar el error, recorramos el camino andado, y volvamos a hacerlo parando en cada estación o fase necesaria.
Disfrutemos también de nuestras conquistas.
De las propias, de las individuales y de la tribu.
A su vez el mundo se ordena con palabras, pero también podemos actuar suave, delicados, disponiendo de palabras a la misma acción.
Hay que decir, que esta convicción, esta firmeza, pasa por una creencia en el hacer, en estar seguros de nuestra verdad, que viene acompañada de calma y silencio interior, serenidad y luz; lejos de prisas, egoísmo, miedos o ausencia: un acto consciente, que avive el interior de la otra persona, y acompañe de envoltura su ser.
Ejerciendo ese límite sano desde la comprensión, acompañando ese momento desde el amor, atravesamos el mismo, generamos una experiencia cálida, infortunada o poco apetecible, pero plácida, y que como cantos de sirena, me lleva a la otra orilla, y así, entiendo que al otro lado no hay nada malo, solo amor, y pese a no apetecerme me encuentro bien, y mi alma se siente plena y serena.
He vivido una experiencia agradable y en mi sentir solo tengo amor.
En ese hacer, una vez basta para entender lo que hay al otro lado y dejarme llevar por la corriente.
Aún así sigamos acompañando, dando herramientas y luz a las criaturas, a sus familias, y a nosotros mismos.
Sigamos desde la palabra, encontrando puntos en común, ayudándonos, compartiendo, y sobre todo, desde el respeto y el amor, abrazando el momento como una oportunidad de aprendizaje.
El límite no solo va guiado u orientado a los menores.
Es una guía para el adulto, que también necesita orientación y acogimiento.
Espacio para ser y sentir.
Y allí estamos nosotras compañeras, en el cuidado del gesto, el hacer y la envoltura.
Sintamos pues los límites con la naturalidad que requiere, la imagen de una casa y sus cuatro paredes, que adentro en su interior, cobija y calienta.
Sintamos el calor en nuestro hacer, trabajando la presencia, y viviendo el aquí y ahora.
Los límites son reflejo de una postura interior llena de amor, serenidad y coherencia. Pero, ¿cómo podemos mantener esa calma y presencia ante situaciones que nos desbordan? ¿Es posible encontrar siempre esa calma en medio de la incertidumbre y la emoción?
Hola Lidia querida, gracias por tu comentario, tan valioso y necesario. Atendiendo a tus cuestiones, sí y no. Sí, es posible poder mantener esa calma en momentos oscuros, y para ello hay diversos ejercicios que nos pueden servir de referencia para recordar la importancia de ese ser y estar: contar hasta un número determinado acompañándolo de una respiración concreta (por ejemplo, 2 inspiraciones y el doble de expiraciones; esto podrá bajar el ritmo cardíaco y a su vez poder reconectar con esa calma); bailar o moverse (poder hacer un cambio drástico para mover el organismo y todas las conexiones que hacen el denominado «secuestro de la amígdala»); meditación; recordar algún aforismo que nos centre en nuestro cometido;…. Esa parte es la del sí, esa es la eterna búsqueda.
¿Pero es siempre, siempre, posible? No, y creo que tampoco debe de suponer una frustración, carga o desespero. Aceptemos con amor, y demos la oportunidad y el aprendizaje a otras emociones. Aprendamos que no siempre lo podemos hacer cómo queremos, o ser resolutivos como quisiéramos, y demos a los menores una imagen de un adulto capaz de reconocer sus propias emociones, capaz de reconocer sus errores, y capaz de cambiar de paradigma, con el fin mismo de poder estar en equilibrio, reconociéndonos a nosotros y a los que tenemos al lado.
Esa aceptación, frente a los trabajos del día a día para mantenernos en la búsqueda del equilibrio, son vitales para la propia vida y para el acompañamiento de los menores.
De nuevo, gracias querida, por recordarnos el valor que implica poder abrazarnos, y ser compasivas con nosotras mismas.